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domingo, 28 de julio de 2013

QUE NO VUELVA A OCURRIR





Relato

Damocles Méndez Rosado. 

Eran los días funestos, envueltos en la oscuridad de episodios amargos que marcaba el fin de un drama lúgubre, tenebroso y salpicado de sangre.


Días ignominiosos cargados de pesadillas, horror, cárcel y crímenes.


 El fantasma de la muerte caminabas en los hombros de sicarios infernales.


 Era una noche  tenebrosa que se abrazaba a los relámpagos para ver la luz de nuevos amaneceres en medio de asombros y transitar de los carros cepillos siniestros símbolos de caravana de muertes y temor.
 La noche era espejo de  los rayos de luces, los ruidosos truenos, campanas ruidosas de la noche tenebrosa, que presagiaba signos  angustiosos  con  la  presencia tormentosa  de mensajeros de muertes vestidos con rostros cadavéricos, manos ensangrentadas y ojos, espejos brillantes , que buscan  en la oscuridad de la noche a su presa.. El tic tac  de lentas gotas lluviosas  y una  tímida luz que penetraba al interior de la vivienda desprendida de los relámpagos, era una señal mensajera de los que ocurría frente a la morada  situada en la Calle  Caonabo Casa  24 en el municipio de San juan de la Maguana. 


Soldados empapados  en aguas, carabinas Cristóbal, fusiles punteados con filosas bayonetas, rectos y grotescos en el rostro, levantaron sus armas en medio de fúnebres sonidos de manipuleos de  armas con su habitual ritual de sonidos crac, crac, crac y en medio de la orden.

- Fello Méndez, salga….., tres minutos y van dos.


Corre uno, dos minutos, de  nuevo las ametralladoras repiten su himno fúnebre crac, crac, crac. Un golpe profundo en la ventana despierta el vecindario.


- Fello Méndez, tres minutos y van dos.

La voz ronca del cabo Lembert, se desesperó y de nuevo se repite el golpe en la ventana. El miedo y el temor arropan a los vecinos de la Calle Caonabo; los relámpagos, se sucedían para  competir con la oscuridad la  penumbra de la noche y  penetrar sus luces al interior de la vivienda.
 
 En medio de  los sonidos crac, crac, crac, Fello Méndez, entre sueños y asombros, con movimientos rápidos se viste. Se para pensativo, mira a su alrededor,  el estupor reinante en el interior de la vivienda es sorprendente. Los truenos con sus ronquidos y relámpagos y con sus luces acompañan el habitual apagón de la noche. No hay tiempo para buscar linternas, fósforos, lámpara, el temor se apodera de la familia que en medio de una horrible pesadilla  y asombrado ante el infernal  espectáculo, solo una idea se aferra a la menté, la muerte segura en la oscuridad de la madrugada fría y tenebrosa. Vuelven el trinar de  los sonidos funerarios de las ametralladoras Cristóbal,crac,crac,crac, acompañado del cada vez más amenazante grito casi desesperado del cabo Lembert,

- Fello Méndez tres  minutos y van dos coño.

 Fello Méndez, de figura esbelta, de piel blanca, zapatos y pantalones negros, camisa blanca mangas largas, corbatín negra y lentes de vidrio redondos, se pone de pié y  lentamente se asoma a la puerta, todos se miran , una sola idea arropa la imaginación, la noche es cómplice del escenario.


Fello Méndez con paso lento, no pronuncia palabras , el momento no es el primero en su vida de postura desafiante al tirano, en forma despaciosa y segura abre la puerta, vuelve la mirada al interior de la vivienda, apenas da el primer paso para salir , los soldados se ponen en guardia, sus miradas están fijas en su rostro  atento a cualquier movimiento,. el momento es tenso, angustioso, la bestialidad sanguinaria está presente en los ojos de aquellos soldados que sólo esperan una orden para  actual. 


El cabo encargado de la patrulla, con mirada fija en el rostro de su presa, preguntas, ¿por qué usted rompió el retrato del jefe, dígame…, Fello Méndez no responde, el cabo se desesperó y sigues exclamando, dígame, dígame, dígame o sinooooo…, el cabo no logra terminar la frase, los soldados levantan sus armas, los ruidosos truenos suspendieron  su sinfonía  y el silencio de la noche se suspende para oír de nuevo el crac, crac, crac de las carabinas Cristóbal a lo que el cabo responde con voz ronca y  con autoridad.


- Alto,alto/ y acercándose al rostro silente y firme de Fello Méndez y con palabras pronunciadas entre cuello, le dices vamos, camine. El momento se llena de sorpresa, las voces que infundían miedos, cargadas de rabias desesperadas, cambian.
 En el rostro del cabo Lembert, se dibuja de repente una imagen que va cambiando de tono rabioso e impulsivo a un rostro minado de tormentos, parecería que estaba pasando por una trágica situación de angustia en su interior. Lembert se torno más humano. De nuevo pronuncia la siguiente palabra, caminemos,  y separándose de los soldados, se acerca más a Fello Méndez y le dice: Me  mandaron a buscarlo porque rompió el retrato del jefe, a lo que  rápidamente Fello Méndez dijo si, y responde el cabo ,perooo, se ha medito en tremendo problema y Fello responde ,sin ante mirar atrás a los soldados y les dices al cabo, en voz baja:

- Los días de Trujillo están contados
-¿ porqué,  pregunta el cabo
-Por los problemas con la iglesia, respondió Fello Méndez.

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